Fábula para gardel

Letra de Horacio Ferrer
Música de Astor Piazzolla

Ayer me preguntaste, hijito mío, por primera vez, quien es ese
Gardel, ese fantasma tan arisco empecinado en seguir guardado en la
cueva con asma de su disco polvoriento. Lo que yo sé te lo cuento: a
veces cuando te has dormido, las noches en que hay pena llena, se
aparece ese escondido duende, medio juglar y medio loco para
matear con tu padre y conversar un poco.

Ah, si lo pudieras ver con su sencilla elegancia fantasmera.

A saber: en una chalina ligera de plumas de torcaza sola sus hombros
se arrebujan, el traje es de cuerdas de guitarras españolas que
alguna bruja ñata y hippie le ha tejido, la corbata de claveles
encendidos para abrigar los cascabeles de su voz y dos zapatos muy
de peregrino que nos son zapatos, sino que son caminos.

Que ¿dónde nació?… hijo mío, qué se yo…De acuerdo a lo que él
mismo me ha contado parece que nació trepado de una veleta niña que
apuntaba al sur, ya que un poeta, un gallito de riña y un augúr le
enseñaron a vivir y a sonreír.

Será por eso que salió un poquito travieso como vos, y como yo un
cachito triste, su sonrisa, hijo mío, es pícara y honda y rara raya
de tiza iluminada con la luz de la otra cara de la luna.

Y canta, canta, canta con su voz de 7 gritos, pero canta siempre con
ese humilde modo de quien tiene por sabio en la garganta dos ojitos
que han visto ya del hombre todo, todo.

Su canto, te diría, que parece un claro aljibe donde crecen los
tangos pibes que no se cantaron todavía, y también aquellos tangos
que ya fueron, esos que escriben en el paragolpe de su camión los
camioneros de El Cerro y Constitución. Después, al alba ya, a las 5
en punto, se nos va, se va y tal vez en su forma melancólica de irse
se adivina un cacho de ese duende tan muchacho que entiende mucho de
un asunto muy sumamente serio que es morirse.

Ayer me preguntaste, hijito mío, por primera vez quién es ese
Carlitos, ese fantasma tan arisco empecinado con seguir guardado en
la cueva con asma de su disco, y entonces te conté cuánto sabía, mas
hoy mirándote, pensándote, besándote sé un poco más, y es que el
hijo del hijo de tu hijo un día, un día de junio soleado, frío y
seco que vendrá, lo mismo que vos preguntará por él y una caliente
zafra de ecos, ecos de la voz de nuestra gente, de tu voz, chiquito,
y de la mía, inexorablemente contestará
Gardel…Gardel…Gardel…Gardel