El ultimo organito

Letra de Homero Manzi

SE NOS VA EL ULTIMO ORGANITO.
(Con información del Diario Clarin, domingo 9 de julio de 1995
y con la letra de Homero Manzi)

La Municipalidad de Buenos Aires, dejó sin trabajo al último organito
de la ciudad. El útimo organillero, Manú Balero, ofrecia su música y
trabajaba junto con su cotorrita, que por dos pesos, adivinaba el
futuro de la gente sacando con su pico «tarjetitas de la suerte». El
permiso que la municipalidad porteña le daba a Manú, era renovable
cada seis meses, pero el 25 de junio venció el útimo y ya no se lo
volvieron a otorgar. Los funcionarios aluden que esta gestión ha
decidido «limpiar las calles de Buenos Aires de vendedores ambulantes»
y las generales de la ley comprenden al último organillero. Músicos
ambulantes, juglares desde fines del siglo pasado, los organilleros
eran contratados para las fiestas en las primeras decadas del siglo
veinte, a un peso la velada. En 1922, el poeta Raúl González Tuñón
le escribió al organito: «Eche veinte centavos en la ranura si quiere
ver la vida color de rosa». Pero quien quizás mejor le cantó, fue
Homero Manzi. Transcribo completa la letra y, el que se sepa la
música, que la cante bajito.

Las ruedas embarradas del último organito
vendrán desde la tarde buscando el arrabal,
con un caballo flaco, un rengo y un monito
y un coro de muchachas vestidas de percal.

Con pasos apagados, elegirá la esquina
donde se mezclen luces de luna y almacén
para que bailen valses detrás de la hornacina
la pálida marquesa y el pálido marqués.

El último organito irá de puerta en puerta
hasta encontrar la casa de la vecina muerta
de la vecina aquella que se cansó de amar;
y allí molerá tangos para que llore el ciego
el ciego inconsolable del verso de Carriego,
que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral.

Tendrá una caja blanca, el último organito
y el asma del otoño sacudirá su son
y adornarán sus tablas cabezas de angelitos
y el eco de su piano será como un adiós.

Saludarán su ausencia las novias encerradas,
abriendo las persianas detrás de su canción
y el último organito se perderá en la nada
y el alma del suburbio se quedará sin voz.

El último organito irá de puerta en puerta
hasta encontrar la casa de la vecina muerta,
de la vecina aquella que se cansó de amar;
y allí molerá tangos para que llore el ciego,
el ciego inconsolable del verso de Carriego
que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral.