El organillo de la tarde (tango)

Letra de José González Castillo
Música de Cátulo Castillo

Ver otra versión bajo el título ORGANITO DE LA TARDE

En 1870, un italiano, Pascual La Salvia llevó un organito a Buenos
Aires; años después este instrumento tuvo gran influencia en la
difusión del tango.

Al paso tardo de un pobre viejo,
puebla de notas el arrabal
como un concierto de vidrios rotos
el organillo crepuscular.

Dándole vueltas a la manija (1)
mi pobre rengo marcha detrás,
mientras la dura pata de palo
marca del tango el compás.

En las notas de esa musiquilla
hay no sé qué rara sensación,
que el barrio parece
impregnarse todo de emoción.

Y es que son tantos los recuerdos
que a su paso despertando va,
que llena las almas
con gran deseo de llorar.

Y allá se va de su tango al son,
más feliz en el recuerdo,
más dolor en el ocaso.

Y allá se va de su tango al son,
como buscando la noche
que apagara su canción.

Cuentan las viejas, que todo saben,
en un pianito buen charlatán, (2)
que aquel viejito tuvo una hija
que era la gloria del arrabal.

Cuentan que el «rengo» era su novio,
y que en el corte no tuvo igual;
supo con ella, en las milongas,
bailar el tango reinal. (3)

Pero un día vino un forastero, (4)
bailarín, buen mozo y peleador,
que en una milonga, compañera y pierna le quitó
desde entonces ven que el pobre rengo (5)
va buscando por el arrabal
la ingrata muchacha
al compás de aquel tango fatal.

NOTAS:
(1) he visto «dandole vueltas a la valija», pero me
inclino a creer que es un error, no una variante
(2) otra versión «y que el pianito juntó a charlar»
(3) también «con aquel tango triunfar»
(4) en otra versión «pero cayó un día un forastero»
(5) también «desde entonces es que padre y novio»