Canción de mi adolescencia

Letra de Horacio Ferrer
Música de Osvaldo Tarantino
Compuesto en 1977

Tango canción.

Más viejo de nueva ausencia, mi lado de soledad
pregunta: – Tu adolescencia a dónde fue y dónde está?

Como una oruga en delantal, muerta y tenor, quedó mi infancia.
Y ya crisálida varón, cambié la voz vivando a Francia.
Medio Tarzán, Capitán Nemo y Walter Gómez,
ya mis porqués se hicieron drásticas razones.
Y aquella prima que una tarde me alargó los pantalones.

De pronto supe más que el viejo, mientras él me amó callado.
Y ante un rezongo de Mamá grité: «Pa’qué me has engendrado!»
Y atropellando el sol no vi, mi Dios permita,
que Gracias era la palabra más bonita.
Y endomingándome en la ducha fui Gardel resucitado.

Más viejo de nueva ausencia, mi lado de soledad
pregunta: – Tu adolescencia a dónde fue y dónde está?

En Baudelaire y enamorao, con diez y seis 1fute a la ciencia!
Y entre una loca y una curda llegué a rey de la inconsciencia.
Pitando un negro negué a Dios y, muy seguro,
ya era ingeniero, igual o más, que el tío Arturo
y con el mundo en el ojal dicté la ley y mi futuro.

A carcajadas me enseño llanto un primer profe de estaño
y un ojo negro a ver pa’dentro, y ella a ver los desengaños.
Amor, amigos, fútbol, tango y payadores
me revolcaron con mis peces de colores.
Y al fin la muerte mi existencia perfumó con otras flores.

Más viejo de nueva ausencia, mi lado de soledad
pregunta: – Tu adolescencia a dónde fue y dónde está?

Tras de mis titeres de trapo me enteré del buen fracaso.
De mi suicidio inaugural, si no crepé, me resta el lazo.
Y sin querer mi madre me clavó la aguja
con que sin nada nos vestía, dulce y bruja.
Tantos silencios de Papá llevo en la voz, que aún me empujan:

La prepotencia de querer y la humildad de enamorarse;
que «el que se achica, suena», a veces, vale igual que resignarse.
Los piojos sabios me mostraron su infinito
y, mes a mes, me vi en mis ojos más chiquito
si en lo perdido y por perder, ya sin piedad, me lloro a gritos.

Ya niño, de vieja ausencia, mi lado de soledad
contesta: – Tu adolescencia, ni ha muerto ni tiene edad.