A la gran muñeca

Letra de Miguel E Osés
Música de Jesús Ventura

Segun Francisco García Giménez, «A la Gran Muñeca» no es un tango que
se haya compuesto para un Jockey, ni para un stud ni para un celebre
hombre publico. Aunque su titulo se preste a cualquiera de las tres
sugerencias, andan por ahi gallardamente, y no se pierden tarde de
carreras los aficionados veteranos que recuerdan la «Gran Muñeca» del
jinete Domingo Torterolo, antecesor de Leguisamo en la fama. No se ha
olvidado, por otra parte el Stud Gran Muñeca, que llevaba tal nombre
de criolla apologetica, en homenaje al pasionado turfman que fuera el
Dr. Carlos Pellegrini, soberbia estampa fisica y Moral del 900,
motejado de «gran muñeca» en los azarosos trances de la politica.

Dejando bien establecidos pues, que no anduvieron esos motivos
barajados en el origen de este tango, vayamos a la hora de su
nacimiento.

Era el tiempo de la revista escenica porteña que saliase a veces de
los carriles comunes con algun decorado y algun juego de luces,
excepcionales para entonces. Finalizaba la segunda decada del siglo y
en el desaparecido teatro Buenos Aires, de la calle Cangallo, por
donde hoy pasa la Av. 9 de Julio, la disciplinada compañia de Muiño y
Alipi alternaba sainetes y revistas. Dirigia la orquesta estable el
maestro Jesús Ventura, perteneciente a aquella legion de musicos
españoles, que a principio de siglo tan valioso aporte dieron a la
zarzuela criolla.

Muiño y Alipi estrenaron en la oportunidad la revista titulada» «A la
Gran Muñeca» con libreto de un autor-periodista Miguel Oses y musica
del susodicho Ventura. El titulo de la obra respondia al del supuesto
bazar donde se iniciaba la accion; simple argumento que propiciaba
cuadros afines con el fantaseo del autor sobre las variadas
mercaderias del local.

Estaba aun fresco en el Teatro Buenos Aires el suceso alli obtenido
por Manolita Poli, cantando el tango Mi Noche Triste, en el sainete
«Los Dientes del Perro». Y fue de rigor que para la
actriz-cancionista, compusieran Oses y Ventura un tango y le buscaran
la condigna situación escenica.

No recuerda García Giménez, si la rubia Manolita daba vida ante las
candilejas a un «vivelot» o a una pintura de las que se expendian en
el bazar de marras, pero SI la tiene presente, bella y doliente,
contemplando el paso en derrota del hombre ayer amado y culpable de
ingratitud, y entonando con su voz suave afinada y conmovida:

«Yo te he visto pasar por la acera
con un gesto de desolación,
y al pasar no miraste siquiera
que entendia tu desilucion»

La composición fue favorita, por un tiempo, en el canturreo femenino
de la ciudad, por la indole de su letra. Indole que – precisamente –
le resto mayor campo de difusión.

Pasados veinticinco años, la exhumación estrictamente orquestal del
grato tango lo devolvio a una merecida popularidad constante.

Di Sarli grabó instrumentalmente este tango–uno de sus mayores
éxitos–en 1945 (Victor), 1951 (Music Hall) y 1954 (Victor). Había
sido estrenado por Manolita Poli el 1 de agosto de 1919 en la obra
homonima, en el Teatro Buenos Aires.

Yo te he visto pasar por la acera
con un gesto de desolación
y al cruzar ni miraste siquiera
que entendía tu desilusión.
Te ha dejado, lo sé, la malvada
y al calor de otros ojos se va;
ya lo ves como no queda nada
de ese amor que matándote está.

Volvé, jamás otras manos
cual las de tu mujercita
harán por la tardecita
los mates que cebo yo,
que en su espuma te contaban
que, además de su dulzura,
allí estaba la ternura
de aquella que los cebó.

Yo te he visto pasar… (etc.)

Allá en la noche callada
te veo triste y burlado
por aquella que ha llevado
mi vida y mi corazón.

Volvé, que aqui has de olvidarla,
mi pecho siempre te espera;
ya sabrá tu compañera
cicatrizar tu pasión.