A Don Nicanor Paredes

Letra de Jorge Luis Borges
Música de Astor Piazzolla

Del libro «Para las seis cuerdas», en donde aparecio con el titulo «Milonga de Don Nicanor Paredes». La editio princeps estuvo a cargo de Emece Editores, en noviembre de 1965, ilustrado por Héctor Basaldua. Se imprimieron tres mil ejemplares, más unos quince en papel acremado (numerados del I al XV) con una suite en papel blanco y un orignal del artista. Dos de los once poemas que figuraron en la edición original («Milonga de dos hermanos» y «Donde se habran ido?») habian aparecido el año anterior en el volumen «Obra poetica», 1923-1964. De noviembre de 1970 data la segunda edición («Para las seis cuerdas». Milongas de Jorge Luis Borges), en la que el autor suprimio uno de los poemas, «Alguien le dice al tango», para agregar en su lugar «Milonga de Albornoz», «Milonga de Manuel Flores» y «Milonga de Calandria». El resto del libro incluyendo su prologo es identico. La partitura de esta milonga fue impresa por Editorial Pigal en 1968, dentro del album Cuatro canciones porteñas, completado por «Alguien le dice al tango», «Jacinto Chiclana» y «El titere».

Aqui ya figura como «A Don Nicanor Paredes». Las cuatro tienen musica de Astor Piazzolla. El primer registro es el aparecido en el long-play El tango (Astor Piazzolla, musica; Jorge Luis Borges, texto; Edmundo Rivero, canto; Luis Medina Castro, recitado). Es un disco Polydor, estereofonico.

Venga un rasgueo y ahora,
Con el permiso de ustedes,
Le estoy cantando, señores,
A don Nicanor Paredes.

No lo vi rigido y muerto
Ni siquiera lo vi enfermo,
Lo veo con paso firme
Pisar su feudo, Palermo.

El bigote un poco gris
Pero en los ojos el brillo
Y cerca del corazón
El bultito del cuchillo.

El cuchillo de esa muerte
De la que no le gustaba
Hablar; alguna desgracia
De cuadreras o de taba.

De atrio, más bien. Fue caudillo,
Si no me marra la cuenta,
Alla por los tiempos bravos
Del ochocientos noventa.

Lacia y dura la melena
Y aquel empaque de toro;
La chalina sobre el hombro
Y el rumboso anillo de oro.

Entre sus hombres habia
Muchos de valor sereno;
Juan Muraña y aquel Suarez
Apellidado el Chileno.

Cuando entre esa gente mala
Se armaba algun entrevero
El lo paraba de golpe,
De un grito o con el talero.

Varon de animo parejo
En la buena o en la mala;
«En casa del jabonero
El que no cae se refala.»

Sabia contar sucedidos,
Al compas de la vihuela,
De las casas de Junin
Y de las carpas de Adela.

Ahora esta muerto y con el
Cuanta memoria se apaga
De aquel Palermo perdido
Del baldio y de la daga.

Ahora esta muerto y me digo:
Que hara usted, don Nicanor,
En un cielo sin caballos
Ni envido, retruco y flor?